Devoro la distancia a tarascadas;
como un ciego acaricio tu recuerdo,
y a veces por buscarte yo me pierdo,
me muero, resucito y luego… nada.
Te escondes cual lucero a la alborada,
y muerdo la almohada y en mis sueños
ni siquiera pretendo
ser el dueño
de la piel donde te llevo tatuada.
Sólo quiere bailar mi pensamiento,
como baila el perfume con la rosa,
marchita primavera de un momento.
Y volar como breve mariposa
y al posar sobre ti mi sentimiento,
que fuéramos al fin la misma cosa.
M.
Lobato
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