Ayer comencé a caminar por esta
duna de los poetas, hoy miré hacia atrás y no vi mis propias pisadas sobre las
rubias arenas de su melena ondulada por el viento.
Tal vez, porque anduve con los
pies desnudos de palabras y los ojos clavados en el suspiro añil de los cielos
inalcanzables de una primavera perdida.
Tal vez, la sirena bronceada de
mi musa, con su cola de besos olvidados,
volvió a escurrírseme entre los largos dedos del deseo, para nadar en un mar
ajeno de libertad fingida que la ahoga.
Tal vez, sólo sea el ocupa de la
altura de un otero que no me corresponde y mis versos los añicos del poema de un
amor inexistente, empeñado en vivir.
O tal vez, simplemente, el tiempo
borró mis huellas. No sé si para siempre.
M. Lobato
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