Desierto de gentío;
arena blanca, blanca la Paloma,
sudor hecho rocío,
y lenta ya se asoma
la carreta de plata
entre las lomas.
El sol en los semblantes,
y allí donde los ánsares se posan
los bueyes, jadeantes,
se paran y reposan;
y el oro a los cristales, que rebosan.
En busca de los pinos
retoma el boyero la
aguijada,
en pie los peregrinos,
se acaba la parada,
y vuelven al camino las pisadas.
El alma ya sin linde;
la tarde, a las coplas dejó espacio;
el sol al fin se rinde;
y andando muy despacio
llegaron las estrellas a Palacio.
M.
Lobato
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