Hoy vuelvo a volar,
con mi ala de una pluma
de ánade perdido,
en la noche amanecida de mi oscuridad,
que son sus ojos;
los de ella, rescoldo de brasas encendidas,
chispas de carbón, que incineran de presente
cada momento de su ausencia.
Vuelve a latir mi pensamiento,
con rumbo fijo;
soñando el destino de sus labios
que no lo saben,
pero sienten el eco de los míos
allí donde estén.
Froto la lámpara del genio contenido
del deseo que se escapa entre su risa
y la brisa imprescindible de su aliento,
que no me llega,
sino desde el otro lado del precipicio
que separa el abismo de su piel distante,
ignorante de caricias
que se retuercen en mis dedos
marchitos de los colores de su primavera.
Amor ingenuo que no escarmienta
ni en mi propia carne;
que no sabe de otra cosa que de amar,
porque no aprende otra palabra que la mirada
posada un instante en mis ojos,
que ya no ven sino los suyos…
ignorándome.
Pero la miro desde lo alto de mi alma
porque hoy he vuelto a volar,
con mi ala de una pluma,
que le escribe un amor
que nunca hará otra cosa
que amarla en silencio,
como último recurso
para seguir viviendo en otro mundo
que ella construyó para mí esta noche,
sin saberlo.
M. Lobato