Me falta piel donde albergar la herida
de las caricias ausentes,
y sin embargo…
me hurgo en ella buscándote.
Sólo dentro estás,
agazapada en la esquina
donde se cruzaron nuestras miradas…
en aquella vida de un instante.
Sólo, en la voz del pensar en ti continuo,
que consuela mis ojos,
cansados de buscarte…
sin un pequeño éxito.
No necesito más cauterio
que un roce momentáneo;
entre tanto…
desangrarme como sol encarnado del ocaso,
que busca la caricia del horizonte.
M. Lobato
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