Hoy escribo por mandato
y, sin embargo, no es una condena;
ejecuto el placer impuesto
por una voz lejana que
llevo dentro,
escrita en el papel del aire de mi hoy
con mil dobleces de ayer.
Parecía diminuto,
casi inexistente,
desapercibido,
ignorado por los años .
Pero, a veces,
levantas una piedra en la orilla del mar
y encuentras un alma.
Entonces, tu lamento descubre
que siempre estuvo allí,
rodeada de silencio
para no molestarte en tu desierto.
Ni siquiera te atreves a tocarla,
maniatado de respeto el deseo;
pero ella se despliega a tu
alrededor,
como una inmensa rosa de Jericó,
abierta de amor olvidado por los siglos de los siglos,
y te acaricia el corazón robado… dulcemente.
Desde ese instante hallado,
ya no puedes vivir de otra forma
que muriendo en sus brazos;
sin saber si desplumarte las alas de los sueños,
o atreverte a creer…
que aún no es demasiado tarde.
M. Lobato
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