La vida, un redondel
sin principio ni final.
La muerte, un burladero
por el que el alma se va
cansada ya de este albero.
El Cielo, la puerta grande;
tú la abriste, sanluqueño,
como tantas otras tardes,
José Martínez “Limeño”,
para dar la vuelta al ruedo.
El adiós, el más sentido,
el de los blancos pañuelos;
y mi grito lastimero
que sale de los tendidos
para decirte ¡TORERO!
M. Lobato
No hay comentarios:
Publicar un comentario