Todos duermen…
En el centro del silencio,
mi soledad huele a serrín
de los belenes de mi infancia,
a lana de oveja de rebaño de plástico,
a pesebre de establo de corcho
convertido en cuna de Dios.
Todos duermen…
En el centro del silencio,
mi soledad se mira
en un río de papel de plata;
mientras tres magos caminan
sobre camellos inmóviles,
que nunca llegarán con sus regalos
a las casas inexistentes de los niños sin techo.
Todos duermen…
en la mañana de Navidad,
embriagados de manjares;
quizás, para olvidar
que mientras celebramos
el nacimiento de un niño que habló de amor;
miles de niños, esa misma Noche “Buena”,
murieron de hambre, soñando un abrazo
que nunca les llegó.
Todos duermen…
¿Cuándo despertará el mundo?
M. Lobato
M. Lobato
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