El hueco del corazón que me rompiste,
y ya no tengo,
sigue latiendo el eco de tu nombre.
Tanto era de ti, que creí ser tú,
y, sin embargo,
yo he muerto y tú sigues viviendo,
tú sigues caminado y yo mirando atrás,
para verte en aquel tiempo en que éramos uno,
y nos reíamos del
mundo con una sola risa,
y llorábamos nuestras penas con una sola lágrima,
y creíamos que nadie podía asesinar
esa palabra que ahora se aleja flotando,
por el aire que ya no respiramos,
partida en dos por el cuchillo del silencio
que una vieja mano, ajena y traicionera,
empuño sin piedad y sin motivo.
Una palabra, amistad,
que yace enterrada para siempre
en la cal viva del olvido.
Manuel Lobato
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